viernes, 5 de febrero de 2010

La expansión de los monasterios


San Miguel de Cuxá


San Martín de Canigó


Torre de Cluny

Interior y perspectiva de Cluny

Iglesia de Cluny

Entre los siglos X y XIII, la proliferación de monasterios ayudó a adoptar un carácter unitario en la forma constructiva. Durante el siglo X la sociedad medieval asistió a la fundación de monasterios renovados, hecho que difundió un tipo de edificio idéntico. En este proceso tuvo un papel preponderante la orden de Cluny.
El monasterio de Cluny, situado en la Borgoña fue fundado el año 910. La reforma de la regla benedictina de forma severa tuvo un enorme éxito, y en pocos años, el número de abadías que llegó a crecer hasta 1450, la mayoría de ellas en Francia.
La reforma que implicaba, entre otras obligaciones, la lectura de los salmos desarrolló los libros de salmos ilustrados o salterios.
La orden de Cluny sin ser la única, fue la que más se difundió. El abad de Cluny era, después del Papa, el hombre más poderoso en la Iglesia. Bajo San Hugo (1049-1109) había doscientos monasterios y cerca de doscientos prioratos repartidos por Francia, Alemania y España. El dinero necesario para la construcción salía del propio monasterio, de los nobles y de las aportaciones conjuntas de dos o más personas. En el caso de las pequeñas iglesias rurales, más importante que el dinero, era la aportación desinteresada de los fieles que colaboraban con su trabajo personal.
Durante la época que vio nacer y desarrollarse el arte Románico no existía la noción de arquitecto, ni tampoco la de artista. El arquitecto era un maestro de obras que dirigía el trabajo de los talleres y de aquellos que ayudaban a edificar la casa de Dios.
Los monasterios eran un caso especial, ya que intervenían los propios abades que tenían conocimientos de aritmética. En muchos casos, dibujaban la planta e incluso, llegaron a realizar los cálculos para la iglesia. Ejemplos significativos fueron, entre otros, el monje Selva (San Martín de Canigó); el abad Oliva (San Martín de Cuxá) o el abad Fulberto (Chartres).
En estas obras sí era necesaria mano de obra especializada, siendo habitual la existencia de talleres que se formaban en un enclave y luego aparecían trabajando en otro: son los talleres itinerantes, que seguían los caminos de peregrinación. En ellos se formaban tanto canteros como escultores.
Si el arte romano estuvo ligado a la utilidad, el prerrománico al desconocimiento e inseguridad técnicas, el románico se caracterizó por la espiritualidad que le infundió su impronta unitaria.

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