lunes, 7 de diciembre de 2009

El Panteón de Agripa

Exedras y nichos del Panteón

Interior del Panteón


Fachada octástila y frontón sin decorar
Planta centralizada y rectangular

Cúpula del Panteón de Agripa

El Panteón de Agripa es un templo dedicado a todos los dioses y consagrado, según reza la inscripción del frontón, en el año 27 a.C. Varios incendios lo dejaron en ruinas y fue restaurado por el emperador Domiciano.

El templo actual fue reconstruido por el emperador Adriano en el año 120 d. C. Es atribuido al arquitecto Apolodoro de Damasco, que trabajó para Trajano. Urbanizó el Foro Trajano, los Mercados Trajanos y el Aula Regia que los coronaba. También construyó el gran puente sobre el Danubio. Sin embargo, no contaba con la simpatía del emperador Adriano, que lo apartó de sulado.Por ello se cuestiona su autoría, aunque fue uno de los grandes arquitectos de Roma.

El Panteón es una de las construcciones más importantes de la humanidad, que influyó en los grandes arquitectos del Renacimiento.

Es un conjunto formado por un gran cilindro de más de 40 metros de diámetro, que se cubre con una bóveda reticulada, en la que se embeben los arcos de descarga que apoyan en el muro circular de la base del conjunto. El muro es de hormigón y ladrillo reforzado. La estructura circular simboliza el acogimiento ofrecido a todos los dioses. El diámetro y la altura al nivel de la clave de la cúpula es la misma, creando en su interior, una sensación espacial propia y única. La cúpula es un hito constructivo: sus medidas y peso la convierten en la más grande construida hasta entonces y en un reto que mostró el nivel técnico de los constructores romanos. Se asienta sobre el anillo mural de hormigón, construido a hiladas y reforzado con ladrillo, ambas horizontales. Se colocan cada 1'50 metros. El peso de la cúpula se aligera y disminuye gracias a que se usó en ella piedra pómez.

La estructura interna de este anillo está formado por los dos elementos sustentantes citados: ocho grandes pilares de seis metros de espesor y entre ellos, los arcos de descarga que transmiten el peso de la cúpula a los pilares, auténticos soportes de su peso. Este sistema explica la ausencia de contrafuertes exteriores y permite la apertura en el interior de siete exedras y la puerta de entrada, además de vaciar el núcleo de los machones y abrir en ella cámaras semicirculares. Se alternan triángulos y semicírculos, siendo éstos últimos los que corresponden a los ejes del edificio.

La centralización del espacio se logra gracias a su planta circular y a la forma y altura de la cúpula, que da la sensación de partir desde la mitad de la altura, aunque arranca un poco más arriba en realidad. Los casetones de la misma disminuyen de tamaño con la altura. En el centro se sitúa un óculo redondo de casi 9 metros de diámetro, única entrada de luz que ilumina suavemente el recinto, situando en el muro, de hormigón y ladrillo, las grandes exedras. Esta luz cenital ayudaba a producir recogimiento, lo que indica un cambio en el sentimiento religioso. La iluminación es homogénea en todo el recinto. En un principio existía un ático de ventanas a la altura del arranque de la bóveda, que aumentaba la iluminación interior. Estas ventanas se cegaron en el siglo XVIII.

El mármol del suelo es original, así como las puertas de bronce. Las pinturas de la bóveda han desaparecido, por su transformación en iglesia, cuando el emperador bizantino Focas la donó a la Iglesia de Roma.

En la entrada, entre la cella y el pórtico de acceso hay un espacio rectangular, en el que se abren dos grandes nichos en sus extremos.

Este recinto tenía diversas construcciones añadidas, hoy desaparecidas. Se accedía a él por un cuerpo de tres naves de fachada octástila, la central más ancha, cubierta con bóveda y las laterales, con techumbre plana. Está coronada por un frontón. Las columnas, corintias, eran de granito egipcio. Se abría a una gran plaza porticada.

La bóveda se recubría con tejas de bronce, que Constante II ordenó retirar en el 655, proceso que culminó Bernini, quien utilizó dicho metal en la construcción del baldaquino de San Pedro.

Influyó en Brunelleschi en su cúpula de Santa María dei Fiore, en Miguel Ángel, en la cúpula de San Pedro del Vaticano y Rafael la pintó. De ella dijo Miguel Ángel que “ era diseño angélico, no humano” y el papa Urbano VIII colocó la siguiente incripción en una de sus puertas: “Aedifucium toto urbe celeberimun”

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